Los gobiernos europeos parecen dispuestos a
cometer, el 27 de junio de 2014, un verdadero suicidio colectivo. El Consejo
de jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea validará ese día la
nominación de Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea,
argumentando que su partido (el Partido Popular Europeo) obtuvo la mayor
cantidad de votos en las elecciones para el Parlamento Europeo.
Por consiguiente, el próximo presidente de la
Comisión será la única personalidad electa por los ciudadanos de la Unión
Europea, aunque sólo un 45% de los electores se hayan tomado el trabajo de
concurrir a las urnas. Desde esa posición, en caso de desacuerdo entre él y el
Consejo [conformado por los jefes de Estado y de gobierno], Juncker podrá
simplemente mandar a paseo a la canciller alemana o al presidente francés
quienes, en definitiva, “sólo” representan esas pequeñas «regiones
electorales» que son la República Federal de Alemania y la República
Francesa.
Algunos afirman que no designar al
presidente de la Comisión de esa manera, cuando así «se había»
prometido, sería visto como una violación de la democracia que desencantaría a
los electores.
Pero es que el procedimiento a seguir para la
designación del presidente de la Comisión Europea nunca se discutió antes de la
elección del Parlamento Europeo. Nadie sabe de dónde salió esa idea que
no aparece en los tratados, que estipulan que el presidente de la Comisión
Europea es electo por los jefes de Estado y de gobierno según un sistema de
mayoría cualificada. Es por lo tanto con un gran descaro que
los partidarios de la OTAN presentan esa innovación como un «progreso
democrático», haciendo así pasar por democracia un escrutinio electoral
sin electores, cuando la verdadera democracia es «el gobierno del
Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo», conforme a la tan conocida
frase de Abraham Lincoln.
¿Es necesario recordar que en la República
Checa, por ejemplo, la tasa de participación en la reciente elección para
el Parlamento Europeo sólo llegó a un 13%? Pero es con ese magro
por ciento de participación que se pretende imponer a los electores de ese
país una personalidad cuyas prerrogativas estarán por encima de la
autoridad de su gobierno nacional.
Los únicos que cuestionaron ese proceso
durante la campaña electoral fueron los ex parlamentarios euroescépticos
de la Alianza de Conservadores y Reformistas Europeos y
los nacionalistas de la Alianza Europea por la Libertad.
Los gobiernos afectados sólo entendieron la trampa cuando ya era demasiado
tarde. Angela Merkel se puso a la cabeza de la rebelión, pero desistió
cuando comparó sus propios resultados con los de Jean-Claude Juncker y lo hizo
sin preocuparse por la situación de los demás jefes de Estado de la Unión
ni por lo que habrá de suceder con Alemania cuando ella ya no esté.
Sólo el húngaro Viktor Orban y el británico David Cameron
se mantuvieron firmemente opuestos a este precedente, aunque fue por
razones diferentes: el presidente Orban piensa en la situación de su
pequeño país en el seno de la gran Unión Europea mientras que el primer
ministro británico se dirige hacia una salida de su país de dicha Unión.
Detrás de la designación del presidente de la
Comisión se halla la influencia de Estados Unidos, que espera
facilitar así el progreso de su propia agenda: limitación de la soberanía de
los Estados miembros de la Unión Europea y creación de un vasto mercado
transatlántico. Desde ese punto de vista, Jean-Claude Juncker es la
personalidad ideal para Washington desde que se vio obligado a dimitir en su
país –Luxemburgo– cuando se demostró que era un agente operativo de los
servicios secretos de la OTAN.
De esa manera, no sólo los jefes de Estado y
de gobierno de los países de la Unión Europea están renunciando a su propia
autoridad sino que además ponen por encima de ellos a un agente del
Gladio.
Las consecuencias de esa nominación no se
harán sentir de inmediato pero el gusano está dentro de la fruta.
Cuando sobrevenga la crisis entre los diferentes protagonistas, ya
será demasiado tarde.
Verdaderamente impresionante ver como los conservadores europeos están a la ordenes de los EE.UU.
ResponderEliminarPero lo mejor es ver como aquí ni nos enteramos.