Se
condena a Grecia por negarse
a votar a sus verdugos.
Europa no es proyecto común, es una apuesta política por la creación de un
orden nuevo, llámese como se llame, en donde no tienen cabida los derechos elementales que
forjaron los cimientos donde se sustenta el mundo en que vivimos. Es evidente
que en ese plan neoliberal, desarrollado ahora que el Partido Popular Europeo
domina en la mayoría de los países integrantes de la Unión, donde se impone la
voluntad de Alemania sin restricciones, no se
cuenta con los ciudadanos. No se está construyendo un proyecto
para los europeos, sino a la medida de las ansias expansionistas, una vez más,
de una potencia hegemónica que no parpadea a la hora de someter a otros pueblos
a condiciones que rozan la esclavitud.
Del recientemente elegido Gobierno griego se dirán muchas cosas, pero en ningún caso se le podrá hacer responsable del desastre al
que se enfrenta y que es consecuencia, exclusivamente, del seguimiento ciego de las
políticas impuestas por sus socios del norte.
Grecia entró en la Unión Europea sólo por su interés estratégico. Para que encajara en el
molde y cumplir las condiciones que le exigían, Kostas Karamanlis, el entonces primer ministro y
líder de Nueva Democracia, aliada natural de la CDU alemana presidida por Ángela Merkel, contó con la
asesoría de Mario Draghi, que
entonces era vicepresidente de Golman
Sachs Internacional, para falsear las cuentas de su país y
ocultar el déficit real, maniobra que condujo a una crisis financiera de la que
no han levantado cabeza. Una vez que se descubrió ese fraude que ha tenido unas
consecuencias devastadoras, su muñidor fue aupado a la presidencia del Banco Central Europeo por los
que ahora se muestran intransigentes en negociar una forma digna, humana,
democrática, con la que el Gobierno griego pueda cumplir con “los compromisos
de sus antecesores”, así como con los contraídos con su electorado.
Ese Banco Central Europeo del que Merkel dijo recientemente que es
independiente, pero “que debe evitar todas las señales que puedan debilitar la
voluntad de hacer reformas”. ¿Voluntad
de hacer reformas? Esa es su voluntad, no la nuestra. Algún día
dirán que elegimos esas reformas voluntariamente. Lo que está ordenando la
señora Merkel es que el Banco Central Europeo no se salte sus indicaciones, que
no son sugerencias, son
órdenes. Esa, y no otra, es la independencia del BCE. Reformas,
por cierto, rechazadas por los expertos en economía porque, lejos de paliar las
consecuencias de la crisis que sufren los ciudadanos, las acentúan. Reformas
por las que se disculpan periódicamente sus impulsores cuando ven los
resultados, pero de las que no están dispuestos a apearse en su voracidad
insaciable. Vivimos la paradoja de que los responsables del desastre piden compensaciones y responsabilidad a
las víctimas.
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang
Schaüble, pone los puntos sobre las íes en definir lo que será
ese nuevo orden mundial al proclamar sin reparo: "Lo siento por los griegos, han
elegido un Gobierno irresponsable". No es difícil leer el subtexto: “Y van
a pagar por ello”. Así de sencillo. Responsables, debemos suponer, eran los
gobiernos que han sumido a Grecia en una crisis sin precedentes condenando
a su pueblo a la miseria. No escuchamos su voz quejándose de la estafa del
maquillaje de las cuentas griegas que llevaron a cabo sus socios de Nueva
Democracia en el Partido Popular Europeo, no le parecía irresponsable, por lo
visto, ese sistema de corrupción en el que sus queridos colegas responsables
estaban sumidos.
Irresponsables son aquellos que levantan la voz contra los que hunden a su pueblo en la miseria.
Irresponsables son los que no aceptan imposiciones con una prepotencia colonial
que exige el cumplimiento de unas obligaciones contraídas a espaldas de la
voluntad popular. Irresponsables son los que se quejan de que el dinero de las
ayudas vaya a tapar las estafas de los bancos mientras
la deuda cae sobre las espaldas de los trabajadores. Irresponsables son los que
se resisten a renunciar a la educación, la
sanidad y a las pensiones que se han ganado al construir
con su trabajo y sus impuestos un sistema que dinamitan los especuladores al
servicio de la “economía liberal”. Irresponsables son los que ponen el grito en
el cielo cuando las familias más pobres son
desahuciadas con violencia para entregar sus viviendas a los “fondos buitre”
que los ponen en el mercado a precio libre y se forran a costa del sufrimiento
de nuestros vecinos. Irresponsables son los que han creído en que la democracia era posible y
pretenden elegir libremente quién quiere que les represente. Irresponsables son
los que no admiten el chantaje del capital ni las amenazas de las instituciones
europeas que creían a su servicio. Irresponsables son los que miran perplejos
cómo ministros de otro país les exigen unas
condiciones inaceptables ante la pasividad de los que tienen
que hacer cumplir las normas elementales de este juego democrático.
Irresponsables son los que sienten náuseas al ver cómo los próceres de su
patria, envueltos en la enseña nacional, la
venden al mejor postor. Irresponsables son los que sienten la
humillación de ver la benevolencia con la que juzga la Historia a los que han
puesto el patrimonio de un país en manos de las multinacionales para que hagan
negocio con la vida de los ciudadanos. Irresponsables son los que sufren día
tras día un sistema de corrupción que
se perpetúa en las instituciones por encima de la ley. Irresponsables son los
que asisten estupefactos al espectáculo de impunidad en el que actúan los
grandes delincuentes financieros. Irresponsables son los ciudadanos que
conservan la decencia de indignarse ante los que permanecen en sus sillones una
vez descubierta su trama de latrocinio,
encubierta, amparada y patrocinada por su Gobierno, que es recibido con los
brazos abiertos en la Unión Europea por su compromiso, responsable, en la
sumisión a las reformas estructurales profundas que generan pobreza, paro y
dolor a su pueblo. Irresponsables son los que claman contra un sistema político cuya única misión
es atenuar la respuesta ciudadana con leyes de sometimiento y represión.
Irresponsables son los que aspiran a que la otra parte, la que se encarga de
administrar la Justicia, cumpla de una puñetera vez con su compromiso, ya que
de compromisos hablamos, en lugar de someterse a los intereses de esos políticos corruptos.
Irresponsable es el que pide a los que alzan la voz exigiendo el cumplimiento
de los “compromisos” que hagan balance de dónde cogieron nuestro mundo y adónde
lo han llevado con su intransigencia, sus maniobras especulativas y su
voracidad usurera. Irresponsables son, en fin, los que creyeron en las
palabras, las promesas y los compromisos de los responsables.
Mientras escribo este texto, los políticos “responsables” siguen negociando en
secreto, de espaldas a los ciudadanos, el TTIP, el tratado de libre comercio entre Europa y EEUU que perseguirá
a los países que se opongan a los “legítimos
intereses de las empresas”, convirtiendo lo que llamamos
elecciones democráticas en un acto testimonial, simbólico, como el Día de la
Mujer Trabajadora o el de la Constitución.
Estos neoliberales, a los que antiguamente se definía con términos más
precisos, se hicieron con las riendas de Europa prometiendo poner su habilidad
gestora al servicio de un proyecto colectivo. Mintieron. Se han quedado con todo. No han dejado
títere con cabeza. Han generado pobreza, hambre y desempleo como no se conocía
desde hacía generaciones. Ahora quieren abolir con sus leyes la poca libertad
que nos queda. El mercado de la política es el único que no es libre, ya no se
puede elegir sin caer en la irresponsabilidad, porque la única opción
responsable es la que vela por los intereses del amo. A eso hemos vuelto, ya
sólo nos queda escoger la puerta de salida
o la de la celda.
Señalemos a los ladrones, a los racistas, a los xenófobos, a los que creen en
un orden superior, a los que
quieren esclavos al servicio del Capital. No son las águilas en
busca del botín, son los buitres que persiguen la carroña de lo que han
destruido los que hoy vuelan sobre nuestras cabezas. La historia se repite,
esta vez sin tanques, más rentable, más acorde a la era de la productividad.
Demagogia y populismo, ése es el espacio de los miserables, de los que viven por encima de sus posibilidades,
de los irresponsables, de los parias de la tierra. Es nuestro espacio.
Defendámoslo.
Nos quedan las ideas, nos
queda la palabra
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