Los
políticos del ‘prime time’ juegan el juego
de
la televisión, no el de la política.
Las
reglas de juego están determinadas hoy
por
el “imperio del audímetro”.
El
filósofo Slavoj Zizek cuenta el siguiente chiste para explicar qué es el
populismo. Un tipo busca sus llaves en plena noche debajo de una farola.
Alguien le pregunta dónde las ha perdido y dice: en aquella esquina oscura. ¿Y
por qué las busca aquí?, insiste el otro. A lo que el tipo responde: porque
aquí hay luz. La mayoría de opiniones interesadas en el populismo están
reunidas alrededor de la farola, que es la arena política. Repiten que el
discurso político ha virado hacia el populismo, o que tal o cual partido es
populista, y cada quién culpa al adversario de haber causado el mal con
excepción de Podemos, cuya élite asume la etiqueta basándose, al parecer, en la
peculiar lectura marxistolacaniana (vivir para ver) de Ernesto Laclau. Los
comentaristas proclaman la defunción de la política racional o la aparición de
una política para la mayoría. Pero en lugar de otro debate bizantino, me parece
mejor preguntarse por qué triunfa el discurso populista, así como a dónde nos
puede llevar. Dónde perdimos las llaves.