Hace unos días rememoré en estas
mismas páginas la reiterativa contestación que un compañero mío del servicio
militar le daba al sargento, cada vez que éste le recriminaba por no saber
llevar el paso en la formación. Indefectiblemente se justificaba de su carencia
de ritmo contestándole: “Si es que me han dado las botas mal hechas, mi
sargento”. Y se quedaba tan ancho, pues lo decía totalmente en serio,
haciéndole al sargento hasta cierta gracia la simpleza del recluta panoli…
Justificaba yo en mi artículo
cómo el motivo de traer a colación aquella lejana anécdota era escucharla
últimamente con harta frecuencia por todo argumento justificativo a los
defensores de la – en mi opinión – equivocada estrategia que ha estado siguiendo
el Partido Socialista en la prolongada campaña electoral, con aquello de “Tenemos
todos los medios de difusión en contra”. De igual modo que mi compañero de la
“mili” argüía el defecto de fabricación de sus botas como única razón a su
desacompasado ritmo de desfile, es ésta la manida frase recibida como continua
respuesta por quienes hemos venido sugiriendo un mínimo análisis de las causas
que nos han llevado a algo tan objetivo como nuestro continuo descenso de
apoyos electorales. Los palmeros ferracinos continúan sin intentar analizar los
motivos por los cuales aquellos legendarios 202 escaños de octubre de 1982 han
ido descendiendo regularmente hasta los 90 de hace seis meses, que avisaban ya
de una triste y previsible continuidad, como han dejado constatado los más de
cien mil votos y cinco escaños perdidos en los celebrados el pasado domingo. La
machacona capa de “los medios de difusión en contra” continúa bloqueando toda
responsabilidad interna en relación con los pésimos resultados obtenidos el 26
de junio. Pues, todavía hay quienes se aferran a tal circunstancia, para
insistir en “echar la culpa al encintado”, culpando del dictado de las urnas a “todos
los negocios de la comunicación, a las empresas demoscópicas, y a los
tertulianos y opinadores”, sin caer ni siquiera en la cuenta de que algunos de
estos últimos son preclaros militantes socialistas, incluso con cargos de
responsabilidad en la organización.
Los que me conocéis sabéis desde
hace tiempo que, en mi opinión, la razón de tan prolongada pérdida de apoyos
electorales, al menos en los últimos seis años, desde la crisis financiera del
2008, no fue sino la aplicación de políticas neoliberales por parte de nuestro
gobierno, origen de las muchedumbres de “indignados” que inundaron activamente
las plazas de toda España con sus protestas. Aquellos “perro flautas”, a los
que desde un principio despreciamos, mutaron en el fenómeno Podemos, a cuyos
componentes pronto nos enfrentándonos en luchas callejeras por medio de todo un
batallón de “expertos comunicadores” socialistas, que iniciaron una santa
cruzada por platós de televisión y locutorios de radio de toda tendencia
política y volumen de audiencia, con intención de mojarles la oreja a esos
recién llegados. Se prefería aceptar su reto de peleas navajeras con el
consiguiente intercambio de cuchilladas, en respuesta directa a las graves
provocaciones de ellos recibidas, en lugar de entrar en un verdadero y profundo
debate de las promesas por ellos ofrecidas a la ciudadanía que, una vez
concretadas en programas electorales, nos hubiera ofrecido la sorpresa de no
ser tan alejados de los nuestros, como las cruentas peleas mantenidas hicieran
suponer.
Pero, a tan prolongada y
desacertada estrategia política vinieron a unirse en estas dos últimas y
prolongadas campañas toda una serie de discutibles acciones, que han dado
origen, sin duda, a los cien mil votos perdidos en estos escasos seis meses.
Destacaré únicamente tres de ellas que me han llamado poderosamente la
atención, como aportación personal a los cientos de análisis que se vienen
leyendo estos días.
En primer lugar, quedó ya muy
claro desde el comienzo de la campaña del 20-D que el objetivo eran los propios
militantes, en lugar de fijar el punto de mira en los potenciales votantes. Sin
tratar de sacar de esta decisión consecuencias internas a medio plazo, pero sin
descartar su existencia, ha sido digno de contemplar en ambos períodos la
proliferación de eslóganes, imágenes y consignas de todo tipo, publicadas en
las redes y dirigidas a militantes o simpatizantes – con cuyos votos se contaba
ya de antemano, como es de suponer –, imitando los gestos y gritos de
reafirmación de las ruedas de jugadores de baloncesto como conclusión a sus
tiempos muertos, del tipo “¡¡¡SOMOS LOS MEJORES!!!”, o “¡¡¡VAMOS A GANAR!!!”.
Ha sido digno de observar el concurso de ocurrentes mensajes, de mayor o menor
intención y gracia, que han recorrido últimamente los grupos de las redes. El
famoso catálogo de IKEA, la reivindicación – no siempre acertada – del término
“socialdemócrata”, y el renaciente anticomunismo, se han llevado la palma.
Pero, insisto, mensajes siempre intercambiados entre militantes o
simpatizantes, con el voto ya asegurado. La recuperación de nuevos votantes,
procedentes, al menos, de los voluminosos caladeros de los indecisos, no
parecía ser objetivo a conseguir.
En segundo lugar, nos ha llamado
a algunos también la atención los llamativos vínculos de responsables y
asesores del PSOE (el partido obrero por antonomasia), con el poder financiero
y empresarial, echando sin embargo en falta su aproximación a los medios
sindicales. El perfecto maridaje, por ejemplo, entre el responsable económico
socialista, Jordi Sevilla (sin cargo orgánico alguno, pero fichado exprofeso
como tal, circunstancia que daría lugar a otro interesante análisis), con su
homólogo en Ciudadanos, Luis Garicano, dio lugar al malhadado pacto de
diciembre con esta formación, en el que se difuminaba, por cierto, la necesaria
ruptura con las políticas de austeridad. Por no recordar el trabajo que costó
la introducción de la abolición de las dos reformas laborales. Quizás motivadas
por estas intervenciones, el imprescindible apoyo a las “clases medias y
trabajadoras” ha ido perdiendo interés para “el partido obrero”, al menos en
sus declaraciones públicas. Invito a los lectores a que repasen éstas, tanto
verbales como escritas de todos sus responsables, y contabilicen las veces que
aparece en ellas, no ya este clásico término que a algunos atemoriza, sino el
de “TRABAJADOR”. Se sorprenderán…
En tercer lugar, la trifulca
mantenida con Podemos sobre la propiedad intelectual del término “socialdemocracia”,
ha dejado bien a las claras la ignorancia de algunos actuales responsables
sobre nuestros propios orígenes. Negar su paternidad a Marx y Engels, fundadores
del proyecto político originario del socialismo, tanto del alcanzable por la
vía democrática como el reivindicativo de la revolucionaria, muestra sus
carencias intelectuales más básicas. Lo que no deja de ser verdaderamente
preocupante en unos dirigentes doctrinales. Otra cosa es que el socialismo
hispano se haya ido alejando, no ya de la propia doctrina socialista original,
sino de la más templada socialdemocracia. Algunos lo justifican por el desgaste
que proporciona el ejercicio del poder. Es posible que así sea, pero, en
cualquier caso, no debería dejar de ser objeto de un urgente análisis y
consiguiente corrección.
Por cierto, y como apostilla: He
repasado con atención la prolongada relación de los mandatos de los máximos
responsables del Partido Socialista a lo largo de toda su historia. Desde las
presidencias de Pablo Iglesias hasta la de Trifón Gómez, o las secretarías
generales, desde la de Rodolfo Llopis hasta la de Pedro Sánchez, y no he visto
nunca en ellas, salvo en esta última, la denominación de “el partido de…”,
seguido del nombre y apellido del compañero que ostentase este máximo cargo de
responsabilidad. Si un 20 de mayo de 1979, un secretario general de reconocida
autoridad – que, a pesar de su máxima expresión en aquella fecha, anunciaba su
renuncia a presentarse a la reelección – lo gritó enfáticamente a los delegados
del XXVIII Congreso: “¡¡¡HAY QUE SER SOCIALISTAS ANTES QUE MARXISTAS…!!!”,
siendo corroborado por una enorme y prolongada ovación de todos los asistentes
puestos en pie, dejó ya el listón muy alto para siguientes nominaciones.
Como consecuencia de todo ello,
creo que deberíamos aprovechar la coyuntura del “sí, pero no; y no, pero sí”,
que las urnas nos han deparado, para practicar un sincero y profundo análisis
de regeneración del socialismo hispano, desechando la eterna justificación del
ninguneo de los medios, como finalmente hizo mi compañero de la “mili” con sus
“botas mal hechas”. Igual son otros más profundos y demandantes de urgente
análisis y corrección nuestros verdaderos problemas. ¿No será ese el objetivo
del próximo XXXIX Congreso?
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