Un consejo al PSOE, gratuito y sin acritud
Como preámbulo al consejo que ofrezco al PSOE en el párrafo final de
este escrito, previamente sugeriría a la cúpula socialista que actuase con
sensatez considerando que no es éste un buen momento para manifestar
discrepancias, ni tampoco para sacar trapos sucios y con interés fratricida,
anteponiendo el beneficio personal al significado y el respeto que merecen unas
siglas más que centenarias.
Tras un segundo fracaso electoral (exceptuando la victoria pírrica que
aun les permite seguir a flote tras el susto de un sorpasso que parecía
inminente), no me parece oportuno airear diferencias ni reproches, cuando lo
imperativo es que, de una vez por todas, los responsables del partido
socialista hablen con claridad y asuman con determinación que sólo disponen de
tres opciones para salir del peor momento de su historia.
La primera sería asumir con dignidad cuatro años de permanencia en la
oposición que les ayuden a regenerar todo aquello que los más decepcionados
militantes desean que se regenere. Son muchos los ex votantes socialistas que
querrían confiar de nuevo en un enmendado y renovado PSOE, antes que hacer una
revolución con diputados proclives a levantar el puño en las sesiones
parlamentarias, algo que en pleno siglo XXI resulta anacrónico y habría sido
innecesario si la izquierda que siempre representó el PSOE no se hubiera
dormido en los laureles o muchos de sus políticos no se hubieran
profesionalizado y claudicado ante las placenteras prebendas que confiere
pertenecer al establishment.
La segunda opción sería que los socialistas apoyaran esa gran
coalición que tantos militantes niegan como posible, quien sabe si por un miedo
subliminal a que finalmente se produzca. Y la tercera, y última opción, es la
de intentar formar gobierno con una imposible asociación que una al PSOE
con Ciudadanos y ese tutti frutti de partidos que Podemos aglutina bajo
su seno.
Es indudable que si hasta ahora no se ha conseguido llegar a ningún
pacto de gobierno, es porque no se ha sabido, porque no se ha podido o porque
no se ha querido, tres supuestos sobre los que cada uno de los cuatro partidos
aspirantes debería reflexionar para llegar a la conclusión de cual de ellos se
ajusta más a lo que ha sido su estrategia negociadora durante los últimos seis
meses.
Recordemos que hace poco, el tándem Podemos-IU (antes de convertirse
en Unidos Podemos) aventuraba que su asociación les podría otorgar más de cien
diputados, con lo que el PSOE pasaría a ser la tercera fuerza política, o tal
vez la cuarta si Ciudadanos conseguía crecer a costa de los desencantados del
PP. Sin embargo, lo que finalmente han decidido las urnas ha sido lanzar
un tiro por la culata que ha chamuscado las ilusiones y la sonrisa a más de
uno, tanto de Ciudadanos como de quienes aspiraban a tomar el cielo por asalto
y no por consenso.
En lo referente al PSOE, además de obtener dos récords consecutivos al
peor resultado electoral de su historia, hemos asistido a una feroz campaña de
acoso y derribo, a expensas de fuego amigo, que ha dejado a Pedro Sánchez sólo
ante el peligro como Gary Cooper en la película de Fred Zinnermann. Así, a la
espera de lo que decida el Comité Federal socialista el próximo sábado 9 de
julio, el secretario general del PSOE tiene que soportar el hostigamiento de
algunos barones (como el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara o el de
Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page) y también los consejos —casi órdenes—
de históricas viejas glorias (González, Corcuera, Guerra, Bono…) que sin recato
piden un acuerdo con los populares que, a juicio de los sectores más
progresistas del partido, podría acabar con el PSOE.
Del PP nada diré porque, desde la noche electoral del pasado 20 de
diciembre, su estrategia ha sido contemplativa, pasiva e inerte, una técnica a
considerar habida cuenta de los excelentes resultados que su inacción les ha
reportado.
Pero, dejémonos de rodeos y vayamos ya al consejo, una exhortación que
intentaré sea concisa y breve:
"Barones, baronesas y todos quienes formáis parte del Comité
Federal socialista, haced caso de una puñetera vez a las voces de quienes,
aunque ya no os voten, todavía podrían creer en vosotros y en vuestra capacidad
de regenerar con dignidad al partido. No os dejéis influenciar por los berridos
discrepantes de las corrientes internas ya que no es este un buen momento para
antagónicas divergencias sino mas bien para concordia y lealtades. No sigáis
atando de pies y manos al secretario general que democráticamente elegisteis, y
os lo digo yo que, sin pertenecer a vuestro partido —ni a ningún otro—
manifesté en su día mis preferencias por Madina y Tapias antes que por Sánchez.
Considerad que mi consejo es gratuito, desinteresado y que lo formulo desde la
objetividad de quien puede ver las cosas desde afuera y tiene la convicción de
que corréis el riesgo de que un partido histórico se vaya al garete.”
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